Se dice que “cada uno conduce como
vive” (Tillmann y Hobbs), pero no
tenemos que remitirnos sólo al curso vital del delincuente vial, sino que
tenemos que aplicarlo también a su actitud en las vías y a la estructura de su
personalidad.
Con respecto a la personalidad, sabemos que ésta desempeña un papel
determinante en la conducta del ser humano en el tráfico, y por lo tanto los
trastornos de personalidad influyen directamente en las decisiones y
actuaciones que tomemos cuando vamos circulando.
Los trastornos de la personalidad
se caracterizan por patrones de percepción, reacción y relación que son
relativamente fijos, inflexibles y socialmente desadaptados, incluyendo una
variedad de situaciones.
Las personas con trastornos de la personalidad
generalmente no son conscientes de que su comportamiento o sus patrones de
pensamiento son inapropiados; por el contrario, a menudo creen que sus patrones
son normales y correctos.
Existen ciertos trastornos de la
personalidad (personalidades con rasgos antisociales, narcisistas o
personalidades límites) que se asocian con una mayor propensión a la conducción
temeraria y por tanto a los siniestros viales.
Conjuntamente considerados, los trastornos
de la personalidad afectan al individuo en diferentes ámbitos, que incluyen la
cognición, la afectividad, los impulsos y el ámbito interpersonal. En general
se trata de alteraciones:
- En la forma de percibir e interpretar los acontecimientos, incluyendo la percepción de uno mismo y de los demás;
- En la naturaleza, intensidad y adecuación de la respuesta emocional;
- En la actividad y relaciones interpersonales; y
- En el control de los impulsos.
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