sábado, 10 de agosto de 2013

escuela y conducta delictiva



Las personas con poca escolaridad tienen altas probabilidades de entrar en el mundo delictivo. La escuela es un factor de riesgo de conducta delictiva tanto en la infancia como en la adolescencia del sujeto. La escuela, es junto a la familia, el otro gran agente de socialización de nuestra respectiva sociedad, en la que los niños y adolescentes aprenden a tener comportamientos socialmente correctos, acorde con las más elementales normas de una convivencia pacífica en sociedad. No se debe olvidar que la época escolar es un tramo de la vida de las personas por el que todo niño debe pasar, y que incide profundamente en su desarrollo personal.

   En la escuela, además de aprender una serie de materias que conformarán una base cultural, se enseña, o en su defecto, se debería enseñar a los niños, sobre todo, a como deben comportarse, a cual debe ser la relación con sus compañeros, con los profesores y con el resto de la comunidad, de tal forma que se realice la socialización del individuo, con el objetivo de convertirlo en un buen ciudadano.

    El éxito escolar es uno de los mejores preventivos de la delincuencia; "el más seguro, pero más difícil medio de evitar los delitos es perfeccionar la educación", señalaba Beccaria, ya que esta puede ir asociada a negativas experiencias escolares, tales como: el fracaso escolar, el abandono temprano de los estudios, entre otras.

    "Un pobre rendimiento académico se relaciona no sólo con el comienzo y la prevalencia de la delincuencia, sino también con la escala en la frecuencia y en la gravedad de las ofensas", señalaban Maguin y Loeber.

    La escuela, que en principio debía ser, junto a la familia, uno de los principales apoyos en la educación y socialización de los niños y jóvenes, resulta que es también uno de los principales factores criminógenos de la delincuencia infantil y juvenil, ya que con el fin de socializar al individuo, según los valores de la sociedad en la que se encuentra, se estimula un fuerte sentido del individualismo y competitividad, acompañado con las altas exigencias educativas. Este espíritu competitivo impregna en la vida del niño y le condiciona en su comportamiento frente a la escuela y frente a sus compañeros, dando como resultado acciones delictivas que obedecen a ese espíritu de competitividad que se le sembró al niño.

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